Se ha retirado el músico italiano Ennio Morricone a sus 91 años, tras más de sesenta de carrera, con una gira de conciertos en España y otros países europeos. Dice adiós sin despedirse, porque ya es inmortal y no se concibe su ausencia. Aunque ya no estará en teatros y auditorios de todo el mundo, las composiciones de Morricone sonarán durante mucho tiempo como la banda sonora de nuestras emociones.

Compositor clásico dedicado sobre todo a las bandas sonoras de películas, ha sabido interpretar los guiones y argumentos con tanta técnica como innovación y talento, hasta hacernos llorar, reír y estallar de tristeza o de alegría frente a la pantalla.

Se hizo célebre componiendo para su amigo de la infancia, el director Sergio Leone y sus spaguetti western. Pero enseguida los mejores directores de cine se dejaron seducir por su impecable capacidad para crear la música de fondo de los mejores momentos de una película.

Con más de 500 bandas sonoras, destacamos algunos hitos imprescindibles:

Quién no vivió la revuelta en Novecento (Bernardo Bertolucci, 1976).

Quién no descubrió el amor en Días del cielo (Terrence Malick, 1978).

Quién no vertió lágrimas frente a ese director que visionaba los recortes de la censura que su amigo le dejó en herencia, con una música casi insoportable de tanta evocación y ternura, en Cinema Paradiso (Giuseppe Tornatore, 1988): https://www.youtube.com/watch?v=h83FGtV78q4

Quién no sufrió con el oboe y los coros de La misión (Roland Joffé, 1986).

Quién no siguió la extraña historia sentimental en Átame (Pedro Almodóvar, 1989).

Quién no quedó seducido por Los intocables de Eliot Ness (Brian de Palma, 1987).

Y quién no se maravilló ante esa Amapola que sonaba mientras el gángster Robert de Niro intentaba recuperar el amor de su niñez en Érase una vez en América (Sergio Leone, 1984): https://www.youtube.com/watch?v=SQFFcWyR7-s

El caso Morricone es tan poderoso que sus bandas sonoras han superado a veces en popularidad a las películas para las que fueron creadas. Y se utilizan fuera de la cinematografía por su intenso valor artístico y emocional. En reportajes televisivos y spots publicitarios sobre temas diversos se ha usado su música, sin vinculación alguna con el filme que la originó.

Suenan los acordes de Morricone en cualquier parte, libre de toda referencia, y nos reconocemos en una sala de cine o en la penumbra del hogar, viendo esa película tan maravillosa que nunca olvidamos y que precisamente no la olvidamos porque tenía esa música que siempre se recuerda y sobrevive por sí misma. Morricone es un clásico de ahora mismo.

Además de con los directores citados, ha trabajado con John Carpenter,  Barry Levinson, Oliver Stone, Warren Beatty o Gillo Pontecorvo, entre cientos. Y ha recibido los mayores reconocimientos: tres Globos de Oro, seis premios BAFTA, diez David de Donatello, un Grammy, el Oscar Honorífico y el Oscar por Los odiosos ocho (Quentin Tarantino, 2015).

Si es verdad que la música sobrecoge los corazones, Morricone toma nuestros corazones en sus manos y con su batuta los lanza a flotar estremecidos por el universo de los sonidos.