Llego aquí vacía en el poema
Y un día de paseo entre patios cordobeses
Con tortugas inmóviles en la fuente
Flores recortadas sobre el agua
Anestesiado sopor de primavera
Su bálsamo de luz
Encadenaba nuestros pasos

De Córdoba a Málaga: la casa de la madre, hammam de vida nueva.

Un baño árabe después
Sus manos, ¿qué decían?
Fue todo tan distante
Su estrategia de gentleman mecánica
La inminencia de la carne en precipicio
Y por acta notarial su alevosía
En vuelos celestiales sin retorno
Borre toda gloria el desencanto
De aquel que amé y entró en mis huesos
Húmedamente. Casi nada y mucho frío
Quedó nuestro secreto por posdata

Así pues, vengo hoy desnuda
Regreso al agua
Con una tormenta de tristeza
Y un consuelo de palabras blancas

En el fino horizonte de mis labios
Respiro sola, dulcemente
La clemencia de un prodigio
Que aguarda sin rima en el olvido

Es tiempo de quietud
La piel ha dejado arrugas en la edad
y un innecesario capítulo de espejos
De un vano decir sentimental
El cuerpo se ofrenda a su pasado
Con la herencia cristalina del sosiego
Vuelvo a la primera casa
La casa de la madre
El líquido me arrulla en su recuerdo
Nana para un mañana. Más hermoso
Siempre decía

Ya nada importa
Ni siquiera aquel de entonces
Aquel que me quiso y que no nombro
Ya es duelo de sonrisas y humo blanco
Porque nada fue quien no fue agua
Y sólo el agua sabe
A quien olvida para siempre

Cecilia Quílez