Septiembre ambiguo, que juega, interior. Sus días corren rápidos y, sin embargo, sus horas pasan lentas. Saboreando cada atardecer, los últimos del verano, que pasan y se acaban. Septiembre abre sitio a la belleza, a la que nos rodea y que contiene cada instante. La que nos es propia y de cada uno. Deja espacio a nuestra belleza interior.

Septiembre, el ciclo de la belleza

El vaivén de los años nos mece en un viaje que tiene su puerto en la madurez. Cada día, cada mes y cada año vamos completando ciclos que nos restan, pero a cambio nos dan sabiduría, valores y pliegues vitales. Son el testimonio de que reímos, expresamos, sentimos y también, sufrimos. Después de todo, estamos aquí y, en sí mismo, es hermoso que sigamos apostando y conmoviéndonos; confiando y apreciando; experimentando y estremeciéndonos. Que entendamos que todo el esfuerzo ha merecido la pena. Aún queda mucho por remar, lo sabes bien, pero ¿y si al mirarte al espejo sintieses un pálpito de renovada vitalidad? ¿Y si fuésemos capaces de apreciar la belleza que conlleva caminar?

La mejor versión de ti mismo

La energía renovada que nos dejan las vacaciones, quizá nos haya permitido tener el sosiego para reflexionar sobre este cercano cierre de año. Aún no es el momento de hacer balance, pero nunca está de más recordar lo que nos hace seguir adelante. Valorar lo que realmente merece la pena en nuestro día a día.

Muchas veces las prisas no nos dejan detenernos y mirar. Mirar por dentro. Conectar con nuestros principios básicos, que son nuestro timón, para ser capaces de vivir conexión con nosotros, con lo que valoramos y nos importa. Porque puestos a vivir, prefiero hacerlo desde el lado de la belleza, prefiero ser la mejor versión de mí mismo.

El ciclo de la belleza

En todo este torbellino de acontecimientos externos (el comienzo del trabajo, del colegio, del curso o de esa exquisita rutina que a veces apetece también) os proponemos un ejercicio: permítete la mayor calma posible y piensa en todo lo positivo que llena tu vida. La belleza de un instante. Esa belleza que no busca llamar la atención, la que hay en un gesto, en una conversación, en un golpe de aire en la cara, en el azul apagado de septiembre. En la belleza que hay debajo de tu piel, por como eres, por como miras. Que también está en el proyecto que fracasó y te hizo tanto daño. En todo lo que te queda por vivir.

Hammam Al Andalus en septiembre alberga la belleza. Que te recuerde, quizá, ese estado de comunión con la vida. De lo que supone vivir según lo que soy y lo que quiero para mí. De aquellas personas que se conducen entre la luz y la sombra de la vida, como del Hammam, con un farol en la mano. Dueños de su destino. Que en septiembre sea la belleza nuestra guía interior.

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