Un mar de prisas y preocupaciones acapara nuestros días. A veces estas son más pequeñas de lo que parecen, pero tendemos a hacerlas grandes y acaban por instalarse en nuestra espaldas o cabezas, llegando a adquirir incluso densidad y peso. En vez de admirar todo lo que nos envuelve, nos perdemos en pantallas de móviles y tablets. Párate, respira y mira a tu alrededor. Somos partes minúsculas de un universo infinito que ofrece belleza e inmensidad, incluso en los gestos más pequeños.

A veces el universo se las apaña para ponernos a todos a mirar hacia arriba. Gran parte de la humanidad pasa sus noches mirando al cielo. Todos alzamos nuestros cuellos casi a la vez para admirar hay una súper luna, un eclipse, una luna de sangre, una lluvia de Perseidas o, durante estos días, entre el 15 y el 21 de Noviembre, una lluvia de Leónidas.

 

Todos atentos para ser testigos directos de una de las obras de arte naturales más espectaculares que existen, la astronomía y sus fenómenos. Y es en ese momento, boquiabiertos, asombrados con tanta belleza que nos regala la naturaleza, cuando nos damos cuenta de que solo somos un diminuto punto en medio de un mar de galaxias. Y aún así, nos sentimos más especiales y grandes que nunca.

Somos polvo de estrellas

Hay algo fascinante en el hecho de que un cometa sea un cuerpo celeste formado por hielo, polvo y rocas. La idea de que algún día seremos como esos cometas y acabemos nuestra vida con una explosión de luz estelar es tan hermosa como la idea de que todos somos polvo de estrellas. Esta poética frase fue formulada por el científico Carl Sagan para explicar que todo se originó a raíz de una explosión, el big bang. Después solo había hidrógeno y más tarde se fueron formando las galaxias y las estrellas, de las que volvió a salir expulsada toda la vida que hoy conocemos.

 

Grandes y pequeños a la vez

Así que sí. Grandes y pequeños a la vez. Así somos. Como Argonautas, navegantes cuya misión es la incesante búsqueda de preguntas y razones que den sentido a nuestra existencia. Se nos olvida muy a menudo que, entre respuesta y respuesta, hay gestos pequeños, necesarios para hacer de este mundo un lugar más habitable. ¿Qué es lo que realmente merece la pena de nuestra existencia?, ¿qué es lo que hace que esbocemos una sonrisa y nos sintamos en paz?, ¿qué es lo que da rienda suelta a nuestra faceta más humana?


Estamos aquí de paso. Si comparáramos nuestra presencia con todos los millones de años que conforman nuestra existencia, nuestro paso por esta vida es igual de efímero que la estela de ese cometa, cuyo estallido luminoso te sorprende en una noche de lluvia de estrellas. Somos pequeños y el universo es infinito, pero un mínimo gesto por nuestra parte hoy puede iluminar el día de una o más personas.

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